Cuando llegue a la universidad con 18 años, no tenía muy claro como había acabado estudiando pedagogía. Creo que me hicieron un test de orientación profesional y como soy un zote, o eso me hicieron creer, para las matemáticas, biología, física... y puesto que había realizado bachillerato, tenía que ir a la universidad pues ¿por qué no pedagogía?
Una de las primeras asignaturas que se me impartieron (que se me impartieron sí, ya que no sé muy bien cuál era mi papel allí) era Historia de la Educación y el libro tenía 1500 páginas (y no, no es una exageración literaria). Como imaginaréis, tras un semestre de clases magistrales entorno a las principales figuras históricas que han marcado la educación, llegué al examen y "vomite" toda la información que pude, que no debió de ser mucha a tenor de las calificaciones que conseguí.
El siguiente encuentro con los padres y madres de la pedagogía actual, fue el maravilloso tema 6 del temario de oposiciones para el cuerpo de maestros de educación infantil. Esa vez debí esforzarme más porque gracias a ese tema conseguí la ansiada plaza en el honorable cuerpo de funcionarios maestros/as del estado (espero que se perciba mi ironía).
Pero no fue hasta que realmente empecé a sentir la necesidad de auto formarme en la historia fascinante los pedagogos que han marcado nuestra historia, cuando descubrí el placer de conocer de verdad a muchos de ellos/as y lo que significan para mi práctica docente real.
Con esta reflexión, quiero resaltar que:
- Las clases magistrales pocas veces tiene el efecto deseado por el maestro/a.
- Sin motivación no hay aprendizaje.
- No hay mejor motivación que ser consciente del objetivo que tiene el aprendizaje que estamos realizando.
- El aprendizaje acompañado de una verdadera práctica, es el verdadero aprendizaje.
Así, que ahí os dejo ésta línea del tiempo que sitúa a algunos de los referentes de la escuela nueva y que nos ayudan a poner en contexto, muchas de las actuaciones que realizamos hoy en la escuela.
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