Nos encontramos en un momento en el que multitud de maestros/as se plantean cada día nuevas maneras de estar en las aulas, nuevas perspectivas metodológicas... Esto es muy positivo porque todo cambio requiere de una profunda reflexión, pero también es peligroso. A veces, me encuentro con compañeros/as que intentan aplicar en el aula el Métodos Montesori, flipped classroom, aprendizaje cooperativos, trabajo basado en proyectos... solo siguiendo una serie de instrucciones como si fuese una receta, porque a veces se piden recetas y no cambios reales.
A riesgo de desmotivar a algunos de estos compañeras/os, yo creo que en educación no existen las recetas , salvo las que utilizamos para hacer talleres de cocina. Todas estos métodos y pedagogías emergentes, son maravillosas, siempre y cuando demos un giro real a nuestra concepción de los niños/as, a la importancia de respetarlos, a cuidar de sus verdaderas necesidades y no tanto de lo que nosotros creemos que son sus necesidades.
Para mí, este es nuestro verdadero trabajo, poner patas arriba la escuela, cuestionarnos y cuestionarnos una y otra vez por qué hacemos así las cosas, investigar, comprobar... y no caer en el "esto se ha hecho así siempre".
Por ello, os dejo aquí un documento con mi proyecto de cómo me gustaría que fuese mi escuela a grandes rasgo, para ello he seguido los principios Waldorf y Montesori y los he metido en una batidora junto a todas mis experiencias de los últimos 12 años. Algunas cosas ya las he conseguido, otras me gustaría ir haciéndolas poco a poco en colaboración con mis compañeras/os y poquito a poquito seguir cambiando la escuela pública.
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